jueves, 7 de julio de 2011

Buscando trabajo

Con la crisis perdí mi trabajo y me encontré sin apenas medios económicos para salir adelante. Y es lógico que la reducción de gastos afectase también a mi alimentación: empecé a comer menos y de peor calidad, lo que supuso una paulatina pérdida de peso.
Aparte de mandar cientos de curriculos por correo ordinario y por e-mail, también pateé las calles de la ciudad en busca de cualquier empleo, pero mi delgadez fue la causa de que me rechazasen en todas partes: mi aspecto enfermizo hacía suponer mi incapacidad para desarrollar una constante actividad física o de aguantar de pie ocho horas cada día. Mi perfil no encajaba con lo que se venía exigiendo a los candidatos: siempre se prefería a tipos fornidos y bien musculados antes que a los enclenques.
Y de esta forma entré en una espiral que parecía no tener fondo. A consecuencia de la falta de medios económicos y de la desnutrición, mi delgadez iba en aumento cada día, hasta el punto de llegar a tener que mirarme al espejo varias veces para asegurarme que estaba delante de él. De frente mi aspecto resultaba como el de una cerilla o una cucharilla, y visto de perfil apenas era una raya de la que sólo sobresalía mi nariz.

Fue entonces cuando probé en el estudio de aquel artista, un tal Giacometti. Tuve la suerte de que andaba buscando modelos de extraordinaria delgadez, y en cuanto me presenté, se mostró encantado conmigo. Pensé que ello aliviaría mi angustiosa situación económica, pero no pude cantar victoria, porque en realidad me paga muy poco para que no tenga con qué comer y no recupere peso.

© Juan Ballester

No hay comentarios:

Publicar un comentario