Para mayor coincidencia, bajaron en la misma parada. Entonces, el otro se dio cuenta de que alguien le miraba con mucha atención, con descarado interés.
‑ Esto es sorprendente, ¿no le parece? ‑dijo nuestro hombre.
‑ ¿El qué es sorprendente? ‑replicó el otro.
‑ Nuestro parecido físico, nuestras ropas ... ‑Juan Torres le miraba de arriba abajo para explicárselo‑. Parecemos dos gotas de agua. Si no fuese porque es imposible, se diría que somos la misma persona. Nunca creí que tuviese un doble.
‑ Bah ‑señaló el otro, un poco malhumorado‑, si acaso el doble lo será usted. Yo me llamo Juan Torres, y trabajo en una Notaría no lejos de aquí. Y ahora, si tiene la bondad, no me moleste más que llevo mucha prisa.© Juan Ballester
No hay comentarios:
Publicar un comentario