jueves, 22 de julio de 2010

Cada cual en su papel

La reina de las abejas quería celebrar su coronación con una gran fiesta en la que, por espacio de dos días, pensaba reunir a todas y cada una de las especies animales del mundo. Sentada en su trono, convocó a su Consejo, que estaba formado por los personajes más ilustres de la colmena, entre los cuales se contaban el Rey Consorte y las abejas nodrizas, y tras exponer su original idea, discutieron acerca del lugar más idóneo para llevarlo a cabo, la fecha y otros pormenores necesarios.
Después de mucho deliberar sobre los pros y los contras, se decidió invitar también a los animales marinos, aun cuando ello supondría tener que construir inmensas piscinas para poder alojarlos a todos, así como celebrar la efeméride al borde del mar ante la imposibilidad de que éstos pudieran internarse tierra adentro.
Así pues, se cursó invitación a cada una de las especies del planeta, con la única limitación de que sólo podrían participar un máximo de cuatro ejemplares de cada especie, algo parecido a lo del arca de Noé. De esta forma, una vez que estuvieron preparadas las invitaciones con el membrete real, se enviaron miles de palomas mensajeras rumbo a los cuatro confines del mundo para repartirlas.
Aunque la fiesta no tendría lugar hasta un mes después, en el palacio de la reina de las abejas no se paró ni un segundo, pues se tenían que preparar las viandas, los salones, los jardines y tantas otras cosas con el fin de que todos los invitados se sintiesen a gusto. Los pájaros carpinteros y las arañas habían sido citados varios días antes para que construyesen los recintos adecuados para poder albergar a tan variopinta colección de invitados. La propia reina, sin embargo, trabajaba afanosamente supervisando cada detalle.
-¡No seas zángano y ayúdanos a transportar ese decorado!- le gritó a su esposo, que no hacía más que revolotear aquí y allá molestando la labor de los demás. Pero el rey consorte era incorregible y no hubo manera de hacerle trabajar.
Mientras tanto, las palomas habían ido dejando sus mensajes por los campos, por las selvas, por las ciudades y por los bosques, dando prioridad a todos aquellos animales que tenían más dificultades en desplazarse y que por lo tanto tardarían más en llegar al lugar de la cita. Bien es cierto que no todas las especies pudieron ser localizadas; por ejemplo, el exótico quetzal no pudo ser hallado por más que se le buscó, y lo mismo sucedió con varias especies de insectos, pero en general el trabajo de las palomas fue satisfactorio y la gran mayoría de los animales recibieron puntualmente el mensaje. Para avisar a las especies acuáticas se contó con la valiosa colaboración de las sirenas, que con sus potentes voces lograron difundir el mensaje por los siete mares e incluso por los ríos.
Y llegó por fin el gran día. Desde primeras horas de la mañana los pingüinos, ataviados con sus uniformes de camarero, estuvieron prestos para ir acomodando a los invitados conforme fueran llegando. Los primeros en hacer su aparición fueron los gatos, que entraron en silencio y husmeándolo todo. Casi a continuación vinieron las cacatúas, que al verlo todo tan quieto y vacío no pudieron dejar de decir: "Me parece que nos hemos equivocado de sitio porque aquí sólo hay cuatro gatos".
El elefante también fue de los más madrugadores; apareció con su andar cansino y pesado. Iba ya medio trompa porque había estado bebiendo. Casi en seguida llegaron los perros, con unas caras terribles, de muy pocos amigos.
Los cocodrilos surgieron luciendo unos bolsos preciosos y unos zapatos a juego, claro que los visones fueron quienes provocaron más admiración por la elegancia de sus abrigos.
El grupo de las cotorras se había instalado muy cerca de la entrada, y no paraban de cuchichear cada vez que aparecía un nuevo invitado. Por ejemplo, al hacer su entrada la pareja de leones marinos, todo el grupo comentó lo gorda que se había puesto ella desde la última vez que se habían visto. ¡Está hecha una foca, desde luego!- sentenciaron.
Pero había más envidiosos. Cuando vieron acercarse a la raposa, contoneándose, algunas víboras exclamaron: ¡Fíjate en ésa, la muy zorra!
El loro no perdía tampoco detalle de cuanto acontecía por aquí y por allá. Por eso, cuando vio llegar a las urracas, dijo con sorna: ¡Chicos, al loro con las carteras!
La mariquita surgió revoloteando, con ademanes muy afectados, y apenas cruzó el umbral de la entrada fue a posarse muy cerca del grupo que formaban los felinos. "Huy, qué barbaridad, aquí no hay quien aguante este pestazo. ¡Vaya olor a tigre!"- no pudo por menos de exclamar, mientras volaba hacia rincones menos perfumados.
En fin, casi todos los invitados habían hecho acto de presencia ya, y la fiesta comenzaba a animarse, aunque siempre hay opiniones para todos los gustos. Así, el camello comentó: "Me joroba que no hayan traído cacahuetes"; en cambio, las rapaces se lanzaban como buitres sobre los canapés, lo que son las cosas.
Las hienas se divertían muchísimo gastando bromas entre la concurrencia, y se reían sin parar. Un viejo zorro que ya conocía sus modales logró escabullirse a tiempo de semejantes energúmenos, pero en cambio quienes pagaban el pato eran las ocas.
Todos estaban impacientes por saludar a la anfitriona. Al fin apareció allí a lo lejos, escoltada por dos gorilas. Los gallos hicieron sonar sus trompetas y se hizo el silencio. La reina de las abejas, en una pequeña alocución, dio la bienvenida a sus invitados y anunció el programa de festejos, con baile, concursos y muchas cosas más.
En realidad aún faltaban algunos invitados por llegar, entre ellos los vampiros, que seguramente aparecerían a última hora de la tarde, con el crepúsculo, o las tortugas, que como siempre se retrasaban y sabe Dios cuándo llegarían. De modo que se decidió comenzar sin ellas.
De inmediato la orquesta comenzó a tocar. Estaba formada por músicos de reconocido prestigio, como las cigarras y grillos, los ruiseñores, el ave lira, un par de ranas y la serpiente de cascabel. El cisne carraspeó para aclararse la voz y en seguida cantó una triste melodía.
Muchas parejas bailaban ya. Los somormujos causaron sensación, ejecutando la danza nupcial sobre el lago, y fueron muy aplaudidos. En cambio, los osos no hacían más que darse pisotones y tambalearse de un lado para otro, pero no parecía importarles que se rieran de ellos.
Gran cantidad de animales empezaban a apuntarse en las diferentes competiciones deportivas. El pulpo, con sus innumerables tentáculos, recogía las solicitudes y se las entregaba al calamar, que las iba escribiendo con su tinta en un gran panel bajo el agua.
En seguida dieron comienzo las pruebas, porque hubo que celebrar eliminatorias en muchas de ellas. Durante gran parte del día los atletas compitieron, y a la caída de la tarde, coincidiendo con la llegada del vampiro, se produjo la ceremonia de entrega de trofeos: el canguro subió al podium como vencedor en los 100 metros obstáculos, a pesar de la fuerte resistencia que opuso el saltamontes; el guepardo, también en un final apretadísimo, se hizo con el triunfo en los 100 metros lisos; el chimpancé fue claro vencedor en las pruebas de gimnasia artística, y el pez espada no tuvo rival en el concurso de esgrima. El vencedor en la competición de vuelo sin motor fue el albatros: "¡Qué bárbaro! Ha recorrido casi dos kilómetros sin mover las alas", comentó con admiración el lince, que lo había observado gracias a su vista prodigiosa.
También en la piscina se celebraron varias pruebas, amén de la reseñada de esgrima, y así el cangrejo venció en los 100 metros espalda, la mariposa se proclamó campeona, con cierta polémica, precisamente en los 100 metros mariposa, y por último, en una de las pruebas más vistosas y esperadas, la de salto con trampolín, se impuso la rana por delante del martín pescador.
Después de la cena continuó el baile para los más trasnochadores, con la entrega del premio al traje más hermoso, premio que fue a recaer en el pavo real. Sin embargo, como había sido un día agotador, la mayoría prefirió retirarse a descansar. Bueno, con excepción del lirón, que de hecho se había ido a dormir muy de mañana, apenas iniciada la fiesta, y no se había enterado de nada. La gran sala de ceremonias permaneció alumbrada por miles de luciérnagas que revoloteaban sin cesar, y las lechuzas quedaron vigilando el lugar para que se mantuviera el orden y el silencio.
Al día siguiente tuvo lugar uno de los acontecimientos más esperados: el certamen para decidir qué especie animal era la más interesante, para lo cual, todos aquéllos que se creyeran con méritos suficientes para optar al título, debían exponer sus puntos de vista, tratando de convencer a la audiencia.
El primer candidato en tomar la palabra fue el escarabajo, lo que provocó murmullos de sorpresa. Alegó que era más interesante que ningún otro, puesto que era el único animal que al cambiar de posición cambiaba de nombre, pasando de ser escarabajo a ser escararriba. Su actitud le hizo recibir muchos abucheos, incluso las llamas le escupieron, y acabó por retirarse, avergonzado de su osadía. El pez martillo tuvo que poner orden entre la concurrencia, golpeándose la cabeza contra una piedra.
Cuando se calmaron los ánimos, el camaleón subió a la palestra y afirmó que él era merecedor del codiciado título, dado que podía cambiar de color cuantas veces le venía en gana o cuando quería ocultarse de sus enemigos.
Un ánade señaló a continuación que indudablemente él tenía más mérito, ya que se adaptaba a cualquier medio: era capaz de volar, de nadar o de caminar por tierra firme.
ambién habló el ratón, abriéndose paso entre la multitud. "Oídme bien, yo soy el mejor sin lugar a dudas, puesto que siempre salgo victorioso, sea cual sea mi rival. Puedo derrotar a elefantes, a gatos, y en general a todo bicho que se me ponga por delante. No hay ni un solo caso, en las historias o cuentos populares, de ratones que hayan sido vencidos".
Esta afirmación causó mucho revuelo. El elefante, por alusiones, y sobre todo por su reconocida capacidad para recordar, hubo de confesar muy a su pesar que sí, que el ratón había dicho la verdad.
También la hormiga pretendió hacerse con el entorchado. Se basó en otra clase de méritos, más útiles, al afirmar que era capaz de levantar objetos muchísimo más pesados que su propio cuerpo, y que estaba dotada especialmente para el trabajo en equipo.
El jurado, formado por el enjambre de abejas y presidido por la mismísima reina, se retiró a deliberar. Tras arduas votaciones, otorgaron el preciado galardón a la hormiga, decisión que fue recibida con muchos aplausos.
-Así que ha ganado el camaleón- dijo el asno.?
¡No seas burro! ¿No ves que ha sido el ratón?- dijo la musaraña, que había estado pensando en otras cosas sin prestar atención al acto.
El pájaro bobo, colocado junto a ellos, pensó en sacarles de su error y comunicarles que el vencedor no era otro que el ánade, pero al final no les dijo ni pío.
Para despedir el acontecimiento social, hubo de nuevo baile, aunque muchos ya no asistieron porque tenían que preparar su equipaje, como le sucedió a los renos, a quienes esperaba un larguísimo viaje de vuelta a casa.
En fin, casi todos lo pasaron estupendamente durante aquellos dos días, con excepción de la ostra, ya que la pobre se lo pasó sola y sin hablar con nadie, y se aburrió mucho.
Y cuando las obreras ya estaban desmontando el tinglado y todos los invitados se habían ido, apareció la tortuga, fatigada y sudorosa, preguntando si era allí donde iban a celebrar la fiesta en conmemoración de la coronación de la reina de las abejas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario