jueves, 17 de febrero de 2011

Eyaculación precoz

Siempre he sido un poco atolondrado, lo reconozco. En determinadas situaciones, por ejemplo, delante de las chicas, las palabras me salen a borbotones de forma que no se me entiende nada. O cuando estoy con los amigos, soy el típico metepatas que suele hablar más de la cuenta (si hasta me llaman cariñosamente El Bocazas). En el instituto, lo mismo: me suelo presentar voluntario a recitar la lección, aunque luego casi siempre resulta que la llevo mal estudiada y hago un ridículo que ni te cuento. Si en una conversación oigo a alguien que menciona una novela o una película que conozco, me da por destripar sin querer el final de la historia, con el consiguiente enfado de los contertulios. Hasta cuando practico natación, soy ese patoso que siempre se lanza a la piscina sin que hayan dado la orden de comenzar la carrera.
Y es que es mi sino. Siempre llego demasiado pronto a todas partes. Lo llevo marcado desde que nací. Porque, por si fuera poco, soy sietemesino, y no contento con eso, vine al mundo apenas unos segundos antes de terminar el año, sin esperar siquiera al toque de las campanadas. Así que de paso me perdí el honor de ser el protagonista durante unos minutos y de salir en los telediarios por haber sido el primero, porque, no nos engañemos, ser el último nacido del año recién terminado a nadie le suele interesar.
Lo peor es que ayer mi novia me ha dejado plantado, desesperada porque en la intimidad siempre termino antes de que ella haya siquiera empezado a sentir algo.
Y ahora estoy muerto, por culpa de esta maldita costumbre mía de hacerlo todo antes de tiempo. ¡Vaya semanita llevo! ¡Quién me mandaba a mí coger el tren de cercanías anterior al que cojo habitualmente, justo el día en que iba a suceder un fatal accidente!

© Juan Ballester

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