Y sin embargo di con la clave del éxito. Reconozco que al principio el editor puso una cara muy rara cuando le envié un ejemplar de mi novela; es más, me telefoneó irritado, sin saber muy bien si le estaba gastando una broma o si aquello iba en serio.

La novela salió a la venta en los primeros días de primavera, aprovechando el tirón que tienen esas fechas, y como digo fue un éxito sin precedentes. No hubo cadena de televisión, periódico o portal digital que no se hiciera eco de tan singular lanzamiento, al que muchos no sabían aún si calificar como fraude o como obra maestra. Y es que, hora es ya de que lo aclare, mi novela consistía en una sola página, en la que se reproducía el teclado de un ordenador o máquina de escribir, y en donde por lo tanto estaban todas las letras, números y signos de puntuación posibles, de tal forma que, más que una novela, era también todas las novelas, toda la literatura escrita y por escribir. El lector sólo tenía que ir escogiendo combinaciones de esas 27 letras, de tal forma, además, que para cada lector el libro podía tener un argumento y una interpretación completamente diferente.
Con aquella novela, además, me aseguraba de que todo lo que se escribiese a partir de entonces tendría evidentes influencias de mi obra, e incluso me daba la posibilidad de acusar de plagio a cualquiera que se me pusiese por delante. Y ni que decir tiene que ello me proporcionó unos ingresos fabulosos por derechos de autor, que me han permitido vivir con total despreocupación y nadar en la abundancia.
Y lo que es mejor, ni yo ni nadie ha vuelto a escribir ni una sola línea. Mi última novela ya se ha encargado de encerrar dentro de sí todas las novelas, los cuentos, los ensayos y los poemas que la mente humana pueda ser capaz de concebir.
© Juan Ballester
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