En cuanto pronunciaron mi nombre, me levanté y me encaminé hacia el estrado, a recoger el premio. Estaba pletórico, pero mis primeras palabras fueron de agradecimiento hacia el jurado: lo típico en estos casos.- Me siento muy honrado por este premio, que humildemente creo que no me merezco…
En ese momento el presentador del acto se levantó como un resorte y me arrebató la placa y el cheque que acababa de entregarme.
-Bien, ante la renuncia del galardonado –se apresuró a decir-, el premio pasa a manos del segundo clasificado -y empujándome con el codo, me hizo descender bruscamente los dos escalones mientras los focos se dirigían hacia el nuevo y sorprendente ganador.
© Juan Ballester
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