Se siente fastidiado, atrapado entre una muchedumbre que asiste con recogimiento al paso de la imagen.

Tratando de escapar, se ha situado sin querer en un lugar privilegiado. Su mirada se cruza casualmente con la de ese Cristo suplicante que mira hacia el cielo, que le está llamando, que ha puesto en el fondo de su pecho una luz desconocida, que parece observarle, y le hace bajar la vista, avergonzado, arrepentido, y llenándole los ojos de lágrimas.
© Juan Ballester
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