Las siglas no son algo nuevo, sin embargo. Los primeros vestigios se remontan a la época de la cultura clásica. Los romanos, por ejemplo, inventaron el SPQR (no confundir con el Sport, que es otra cosa) y el INRI (que para mayor inri viene aceptado así tal cual por el DRAE). Más tarde vendrían otras como q.e.p.d. (versión española del RIP o Requiescat In Pace).
Fue durante el siglo XX (también conocido como El Siglo de las Siglas) cuando la siglonimia alcanzó su auge, y cuando se acuñaron palabras/términos como ONU, OVNI, RENFE, DNI, ITV, etc., y todos los partidos políticos y sindicatos tuvieron ya la suya (PSOE, PNV, UGT), y se llenó de siglas el lenguaje técnico: S.A. (Sociedad Anónima), OM (Orden Ministerial), TEAR (Tribunal Económico-Administrativo Regional); km/h (kilómetro por hora), OTL (otorrinolaringología), ADN (ácido desoxirribonucleico), etc., culminando en el más cercano y terrible SIDA.
Como curiosidad, a veces se empleaba la misma letra mayúscula dos veces (así, RR.HH. para referirse a Recursos Humanos, o CC.OO. al sindicato Comisiones Obreras). Pero todas las mencionadas eran palabras formadas a partir de las iniciales en castellano, que convivían perfectamente con las que existían Allende Nuestras Fronteras (ANF) (no confundir con Isabel Allende y menos aún con Salvador Allende), porque p. ej. Ovni en inglés se dice UFO –Unidentified Flying Object-, o Sida, AIDS -Acquired Inmunodeficiency Syndrome-, y de alguna manera no presentaban demasiada dificultad a la hora de pronunciarlas. Otra cosa era para formar plurales o derivados de esas palabras, que habrían de regirse por las reglas comunes de nuestra lengua.
Pero ya empezaban a invadir nuestro idioma algunas siglas importadas directamente del inglés, la actual lengua del imperio mundial. Y así encontramos términos como láser (tomado nada menos que de Light Amplification by Stimulated Emisión of Radiation). Bueno, al menos se podía pronunciar, y eso sí, al castellanizarla hubo que ponerle ese acento para evitar que alguien tuviera la tentación de pronunciarlo lasér.
Y sin darnos cuenta fuimos claudicando e incorporando nuevas siglas sin pasar por el tamizado de nuestra propia lengua: un LP (long-play) podía haber sido un LD (larga duración), pero acabó por decirse elepé; un CD o cedé (Compact-disc) tampoco tuvo adecuada traducción (pudo haber sido un DC o decé -disco compacto-. Y así sucedió con prácticamente todos los términos relacionados con las nuevas tecnologías, informática, telefonía, telecomunicación, etc. Y con otros muchos de otros campos: GMT (Greenwich Mean Time) y hasta con palabras tan curiosas como yuppie o la más reciente ninja (no income, no job, no assets = persona sin ingresos, sin trabajo y sin propiedades).

Todo ello nos ha llevado a encontrarnos con siglas auténticamente endiabladas, desde el mp3 a la tan de moda TDT, desde el iPod (que no sé lo que es, pero que al parecer se pronuncia áipod pero que suena a que iPod-ré esto, iPod-ré aquello, etc.), hasta lo de HTML (me niego a intentar pronunciar cuatro consonantes seguidas), desde esa horterada de “Moto GP” (con lo bien que sonaba lo de 500 c.c.) hasta la Wii, o desde las tres www hasta el http, por poner solamente unos pequeños ejemplos.
Y la que más gracia me hace de todas las siglas es la de TAE, tan española ella, que además tiene la guasa de estar relacionada con el dinero y los Bancos. Parecen querer decirte: tú TAE tu dinero y verás lo que te pasa.
En fin, otro día contaré más aberraciones (ODCMA) de la actual civilización (LAC).
Buenas siglas a todos (BSAT).
© Juan Ballester
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